Teología Dogmática

CREDO CATOLICO

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; Creo en Jesucristo, su único Hijo,Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato.

CREDO CATOLICO

Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.

CREDO CATOLICO

Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eter

miércoles, 24 de mayo de 2017

TEMA 10 - PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO; FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO

«...PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO;
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO»




¿Qué hace Poncio Pilato en el Credo?
No pocos se extrañan de encontrar en una formulación de fe tan escueta como es el Símbolo Apostólico, la mención de Poncio Pilato. Pero en realidad ésta fue una necesidad, para que los cristianos de los primeros tiempos, tentados por las modas de aquellos días a espiritualizar al Señor, tuvieran siempre presente que Jesús había predicado y realizado las obras de Dios en un lugar y tiempo determinados; es decir, que el Logos se había encarnado y se hizo parte de nuestra historia, comprometido con los hombres y vivido sus circunstancias humanas.
No es, pues, Jesús un mito o leyenda de los que se cuentan desde siempre: «Había una vez un hombre...». No. Tampoco es Jesús un superhombre, una proyección de las ansias de grandeza del hombre y de su sed de poder.

Jesús de Nazaret es un personaje histórico, que vivió en un determinado tiempo de los emperadores romanos Augusto y Tiberio, en una provincia del gran imperio romano, llamada Palestina. Jesús está dentro de la historia humana.

Cómo eran las cosas en el tiempo de Jesús
En el tiempo de la vida pública de Jesús, la Palestina estaba bajo el dominio político y militar del imperio romano. A pesar de gozar de una cierta libertad, los judíos eran controlados por los romanos y no podían contrariar los intereses del imperio.
Por su parte, las autoridades judías no estaban mayormente interesadas en cambiar las cosas pues la alianza con los romanos les era muy ventajosa. Esto garantizaba al sumo sacerdote y a su consejo un relativo poder de decisión en asuntos relacionados con la política interna.
Con la muerte de Herodes el grande, su reino quedó dividido en tres partes: Arquelao se quedó con Samaría y Judea; Galilea y Perea fueron para Herodes Antipas, y Felipe asumió el gobierno de Iturea y Traconítide. Pero Arquelao fue luego depuesto y tanto Samaría como Judea pasaron a depender directamente de Roma.
Para gobernar estas regiones, Roma eligió procuradores. Poncio Pilato es el quinto procurador romano que gobernó Judea y Samaría del 26 al 36, tiempo en que surge Jesús de Nazaret.

Las funciones del procurador eran bien claras: la primera era mantener aquella región bajo el control de los romanos; además, poner orden en las cosas, reprimir rebeliones y silenciar a la «oposición».

Además, era él quien nombraba al sumo sacerdote –y tenía poder de destituirlo–. El sumo sacerdote era la autoridad religiosa y política suprema, después del procurador romano. Por último, Poncio Pilato tenía el poder de condenar a muerte a los que cometieran delitos políticos.

El Sanedrín
Toda la administración y la política interna estaban en manos de los judíos, a través del Sanedrín. Éste era un Consejo integrado por setenta miembros, todos ellos pertenecientes a las clases privilegiadas de los sacerdotes, los fariseos y los escribas. La presidencia del Sanedrín siempre correspondía al sumo sacerdote, que en tiempo de Jesús, era Caifás.

Este Sanedrín era también la corte suprema de justicia, después de Roma. Podía decidir sobre todas las cuestiones, menos condenar a muerte a una persona por delito político.

Es por ello que los jefes de los sacerdotes, escribas y fariseos procuraban envolver a Poncio Pilato en el caso de Jesús, diciendo que él era un subversivo que incitaba al pueblo a la revolución.
Así, de intriga religiosa, el caso de Jesús pasó a ser una intriga política: de blasfemia pasó a delito político. En otras palabras: de subversivo de orden religioso, Jesús pasa a ser considerado un subversivo de orden político.
La clave para entender la condenación de Jesús a muerte no es entonces Pilato, sino el Sanedrín. De hecho, la acusación política contra Jesús fue un pretexto para acabar con el profeta que denunciaba a los judíos sus pecados por no aceptar al Dios que se manifestaba en Jesucristo.

Todos los pecadores fueron los autores de la pasión de Cristo
La información dada anteriormente es para ayudarnos a comprender las circunstancias de la sentencia de Jesús a morir en la cruz, pero el sentido de su pasión y muerte es, obviamente, mucho más trascendente. Jesús murió en la cruz por los pecados de todos nosotros. Todos somos responsables de su muerte.

La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos no ha olvidado jamás que «los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor» (Catech. R. 1, 5, 11; cf Hb 12, 3.). Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo (Cf Mt 25, 45; Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que ellos, con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos (Cat. Nº 598).

Fue crucificado, muerto y sepultado
La cruz no es, como muchos piensan, señal de resignación, de sumisión y aceptación pasiva del sufrimiento. Por el contrario, ella es señal de no aceptación del mal, del egoísmo, raíz de todo sufrimiento. Jesús murió por no haberse conformado.

La muerte del Hijo de Dios no fue una muerte fingida. Este artículo del Credo es crudamente explícito para evitar malos entendidos. Jesús fue crucificado, es decir, fue ejecutado en cumplimiento de una sentencia dictada por un tribunal oficial. Y, tras morir –como morimos los hombres–, fue sepultado. Su muerte no fue una «representación». Los evangelios no quieren dejar dudas al respecto: Jesús murió realmente. Juan dice:

Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno (Jn 19, 33–36).
San Pablo afirma que, para los judíos, el mensaje de un Salvador clavado en la cruz es un escándalo, una blasfemia y, para los paganos, es simplemente una locura:

...nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres (1 Co 1, 23–25).

Aunque a algunos parezca chocante, al confesar este artículo del Credo, estamos proclamando el amor que Dios tiene a los hombres y le estamos dando gracias porque nos reconocemos beneficiarios de su amor. La muerte de Cristo en la cruz no significa entonces que un hombre haya aplacado con su muerte la ira de un Dios ofendido. Significa más bien que Dios ha tomado la iniciativa de reconciliar al hombre consigo (2 Co 5, 19–20).



TALLER

1.  Cuáles son los dogmas marianos y exponer dos de ellos.   
2. Leer del CEC lo relacionado con la virgen María.


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miércoles, 3 de mayo de 2017

TEMA 8 - QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO


Tema  8



“QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPIRITU SANTO

1. EL VERBO SE HIZO CARNE
Jesús «nació del Espíritu Santo y de María Virgen». Esta profesión de fe acentúa el nacimiento humano de Jesús, de quien antes se ha confesado que es el Hijo único de Dios.

a) Por nosotros
La humanización de Dios inauguró la divinización del hombre. «Admirable comercio», dirá san León Magno, entre Dios y el hombre. Él nos entregó su divinidad haciéndose hombre, para hacer a los hombres Dios. La kénosis del Hijo de Dios le llevó a «acampar entre nosotros», siendo su cuerpo como el «nuevo templo» (Jn 2,19-21) donde mora Dios para estar, hablar y actuar salvíficamente entre los hombres y para los hombres. Quienes le vieron encarnado, «vieron con sus ojos, contemplaron, palparon con sus manos» la gloria que antes « estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó a nosotros» cual «gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y de verdad».

b) Epifanía del amor de Dios
La encarnación de Cristo es la epifanía del amor de Dios al hombre pecador. Siendo Él la vida «bajó del cielo para dar vida al mundo» (Jn 6,33-63), para hacernos partícipes de la «vida eterna» (Jn 3,16.36; 10,10), «pasándonos de la muerte a la vida» (Jn 5,24). Él es Jesús: «Dios salva» (Mt 1,21). Por ello, pudo decir que «había venido a llamar a los pecadores» y «a salvar lo que estaba perdido» (Mc 2,17; Lc 19,10).
En la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva (Cf. Gál 4,4).

Dios quiso revestirse del hombre que había caído para que «como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, alcanzando a todos los hombres... Así, y mucho más, la gracia de Dios se desbordó sobre todos por un solo hombre: Jesucristo» (Rom 5,12.15ss). «Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo» (1Cor 15,21-22). En un bello texto, dirá San Ambrosio:

“Pues Él se hizo Niño, para que tú pudieses hacerte adulto; estuvo entre pañales, para que tú pudieses ser desligado de los lazos de la muerte; fue puesto en un pesebre, a fin de que tú lo seas sobre el altar; estuvo en la tierra, para poder tú estar en el cielo; El «se hizo pobre por causa nuestra, siendo rico, para enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8,9). ¡Su pobreza es, pues, mi patrimonio, la debilidad del Señor es mi fuerza! Prefirió para sí la indigencia, para poder ser pródigo con todos. Los llantos, que acompañaron a los gemidos de su infancia, me purifican”.

2. CONCEBIDO POR EL ESPIRITU SANTO

a) Jesús: Hijo del Padre
En la concepción virginal de Jesús se excluye la colaboración de varón: «Fue concebido por obra del Espíritu Santo».
Jesús es engendrado «por el Padre antes de todos los siglos» y se hace hombre, siendo engendrado en María por la acción trascendente del Espíritu de Dios. Como el primer Adán, «figura de aquel que había de venir» (Rom 5,14), fue plasmado por Dios, sin tener por padre a un hombre, así «el segundo Adán» (1Cor 15,47), que recapitulaba en sí a Adán, debía tener la semejanza de la misma generación (S. Ireneo).
El encuentro entre Dios y el hombre, entre la trascendencia y la historia humana, es real, pero se cumple en el Espíritu. La acción de Dios no se descubre al margen de la experiencia de la fe, así mismo la Escritura.

¿Quién puede explicarlo? ¿Qué inteligencia puede comprender y qué labios expresar no ya cómo «en el principio era el Verbo», sino cómo «se hizo carne», escogiendo a una Virgen para hacerla su Madre y, haciéndola Madre, conservarla Virgen? ¿Cómo es Hijo de Dios sin madre que lo conciba, e Hijo del Hombre sin obra del hombre? ¿Cómo, viniendo a ella, confiere la fecundidad a una mujer y, naciendo de ella, no le quita su integridad? ¿Quién podrá decirlo? Pero, ¿quién puede callar? ¡Qué maravilla admirable! Ni podemos hablar, ni nos es dado callar. ¡Pregonemos fuera lo que dentro no podemos comprender!.

Ambos nacimientos -el divino y el humano- son maravillosos. Uno es de Padre sin madre, otro de Madre sin padre; aquel fuera del tiempo, este en el tiempo conveniente; uno eterno, temporal el otro; el primero incorpóreo en el seno del Padre, el segundo le da un cuerpo sin violar la virginidad de su Madre;

b) Verdadero hombre
Este segundo artículo del Credo confiesa fundamentalmente la realidad humana y la condición histórica de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios que hizo suyo desde dentro nuestro nacer y nuestro morir. El Hijo de Dios no fingió ser hombre, no es un «dios» que con ropaje humano se pasea por la tierra. Como niño fue débil, lloró y rió. Dios se manifestó en un hombre que tuvo hambre y sed, se fatigó y durmió; en un hombre que se admiraba y enojaba, se entristecía y lloraba, padeció y murió. «En todo igual a nosotros menos en el pecado»:
El Hijo de Dios se hizo hombre, se encarnó, entró en la historia, «nacido de mujer» (Gál 4,4-5), «israelita según la carne» (Rom 9,5), tomó la condición de siervo: «Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre» (GS,n.22).

c) Dios y hombre verdadero
No es de la carne ni de la sangre, ni del deseo de varón, sino de Dios, del agua y del Espíritu, como nacen los hijos de Dios.

Se encarnó verdaderamente y no en apariencia. Pues si la encarnación fue falsa, también lo sería la salvación humana... En Él existen ambos, el hombre visible y el Dios invisible. Comió en cuanto hombre, y porque era Dios alimentó a cinco mil hombres con cinco panes (Mt 14,15-21); como hombre durmió en la nave (Mt 8,24), como Dios increpó al viento y al mar (Mt 8,26); como hombre fue crucificado, y porque era Dios otorgó el paraíso al ladrón que le confesó (Lc 23,43); como hombre murió y su cuerpo fue sepultado, y porque era Dios resucitó del sepulcro a quien yacía en él desde cuatro días (Jn 11,39-44). Se debe, pues, creer que Cristo es Dios y Hombre, reconocido éste por sus pasiones y manifestado aquél por sus obras divinas, las cuales atestiguan su comunión con el Padre.+


Taller No 8 

1.     Investigar acerca del Espíritu Santo, como tercera persona de la santísima Trinidad.
2.     A partir de esta investigación responda esta pregunta: ¿Qué hace el Espíritu Santo en la vida del creyente y en la vida de la Iglesia?


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martes, 2 de mayo de 2017

DIDACHÉ (DIDAJÉ) - DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES

DIDACHÉ (DIDAJÉ)
DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES






A.  ENSEÑANZA MORAL. LOS DOS CAMINOS



I


La doctrina del Señor para las naciones mediante los Apóstoles.
1.  Hay dos caminos: uno de la vida, y otro de la muerte; pero muy grande es la diferencia entre los dos caminos.
2.  El camino de la vida, pues, es éste: Primero, amarás a Dios que te creó; y segundo, a tu prójimo como a ti mismo. Y todo lo que no quieras que te suceda a ti, tú tampoco lo hagas a otro.
3.  La doctrina de estos dichos es ésta: Bendecid a los que os maldicen, y rogad por vuestros enemigos: ayunad por los que os persiguen. Porque,
¿qué gracia hay en querer a los que os aman?  ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros, en cambio amad a los que os odian, y no tendréis enemigo alguno.
4.  Abstente de codicias carnales y corporales. Si alguno te diere un golpe en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda, y serás perfecto. Si alguno te forzare a caminar con él una milla, acompáñale otra más. Si alguno te quitare tu capa, dale también tu túnica. Si alguno te tomare lo que es tuyo, no se lo reclames; porque no puedes (hacerlo).
5.  Da a todos los que te pidan, y no lo reclames (después). Porque el Padre quiere que se de a todos de sus propias dádivas. ¡Bienaventurado el que da según el mandato, porque es inocente! ¡Ay, empero, del que tome! Porque quien tome por necesidad, es inocente. Mas quien no tuviere necesidad, habrá de dar cuenta de por qué tomó y para que. Le tomarán preso y le interrogarán de lo que hizo; y no saldrá de allí hasta que haya devuelto el céntimo.
6.  De esto también fue dicho: Exudará tu limosna en tus manos hasta que sepas a quien la das.



II



1.  El segundo mandamiento de la doctrina:
2.  No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No hurtarás. No harás brujerías. No prepararás venenos. No cometerás aborto ni infanticidio. No codiciarás los bienes de tu prójimo.
3.  No perjurarás. No darás testimonio falso. No hablarás mal (de tu prójimo). No serás vengativo.


4.  No serás doble ni bilingüe. Pues, trampa de la muerte es la doblez.
5.  Tu palabra no será mentirosa ni vacía, mas llena de obra.
6.  No serás avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malicioso, ni soberbio. No tramarás tretas contra tu prójimo.
7.  No odiarás a nadie; sino que reprenderás a unos, tendrás compasión de otros; por otros rogarás, y a otros amarás más que a tu propia alma.



III



1.  Hijo mío, huye de todo malvado y de todo lo que malvado parezca.
2.  No seas iracundo; porque la ira lleva al homicidio. Tampoco seas receloso ni rijador, ni altivo; porque de todas estas cosas se originan homicidios.
3.  Hijo mío, no seas concupiscente; porque la concupiscencia lleva a los pecados de la carne; tampoco seas hablador de cosas torpes, ni soberbio de la vista; porque de todo esto nacen adulterios.
4.  Hijo mío, no seas agorero; porque esto lleva a la idolatría.
5.  Hijo mío, no seas mentiroso, porque la mentira lleva al hurto; tampoco aficionado al dinero, ni vanidoso; porque
de todas estas cosas nacen los hurtos.
6.  Hijo mío, no seas murmurador; porque lleva a la maledicencia; tampoco arrogante; ni malintencionado: porque de todo esto se originan las maledicencias.
7.  Por el contrario, has de ser manso; porque los mansos poseerán la tierra.
8.  Sé paciente y misericordioso, sin malicia, quieto y bueno, y temeroso siempre de las palabras que escuchaste.
9.  No te ensalces a ti mismo, ni hinches con arrogancia tu alma. Tu corazón no se adhiera a los soberbios, mas se vuelva a los justos y humildes.
10.  Todo cuanto suceda has de aceptar por bueno, sabiendo que nada acaece sin Dios.



IV



1.  Hijo mío, día y noche recuerda a quien te habla de la palabra de Dios, y respétalo como al Señor; porque donde habla la autoridad del Señor, allí está el Señor mismo.
2.  Busca cada día los semblantes de los santos para descansar en sus palabras.
3.  No desees separaciones (cismas); mas pacifica a los que pelean. Juzgarás con justicia. Tu fallo sobre deslices ha de ser sin acepción de personas.
4.  No fluctúes entre el sí y el no.
5.  No seas como quien extiende las manos para recibir, y las cierra para no dar.
6.  Si tuvieres algo en tus manos, lo darás para la expiación de tus faltas.


7.  No tardes en dar, ni des con pesar; pues sabes quien es el que recompensa con sueldo bueno.
8.  No huyas del menesteroso, mas compartirás todos tus bienes con tu hermano; no dirás de ninguna cosa: "Esto es mío"; porque, si compartís la suerte inmortal, cuánto más la suerte mortal.
9.  No quites tu mano de tu hijo o de tu hija; sino que desde la juventud les enseñarás el temor de Dios.
10.  No mandes en tu amargura a tu siervo o a tu sirvienta, que esperan en el mismo Dios, para que no dejen de respetar a Dios que está por encima de ambos. Porque (el divino Salvador) no viene a llamar según la persona, sino a quienes el Espíritu ha preparado.
11.  Vosotros, empero, los sirvientes, habéis de obedecer a vuestros amos, como tipo de Dios, con modestia y temor.
12.  Tendrás odio a toda hipocresía y a todo lo que no sea agradable al Señor.
13.  No abandones los mandamientos del Señor; mas guarda lo que recibiste, sin añadir ni quitar nada.
14.  En la iglesia (asamblea) confiesa tus pecados: y no te acerques a tu oración con mala conciencia. Tal es el camino de la vida.



V



1.  El camino de la muerte, en cambio, es éste: Sobre todo es malo y lleno de maldición: los asesinatos, adulterios, concupiscencias, fornicaciones,  hurtos, idolatrías, brujerías, preparación de venenos, rapiñas, falsos testimonios, hipocresía, doblez de corazón, dolo, malicia, orgullo, avaricia, turpiloquio, envidia, espíritu atrevido, altanería, ostentación.
2.  Perseguidores de los buenos, enemigos de la verdad, amantes de la mentira, desconocedores de la retribución de justicia, no aficionados a lo bueno ni al juicio justo, no
vigilantes para lo bueno sino para lo malo; alejados de la mansedumbre y la paciencia, amadores de cosas vanas, y ansiosos de remuneraciones, no compasivos del pobre, e indiferentes para con los apenados, desconocedores de su Hacedor, asesinos de sus hijos, corruptores de la criatura de Dios, los que abandonan al necesitado y oprimen al afligido; abogados de los ricos, inicuos jueces de los pobres, versados en todos los pecados: ¡Libraos de toda esta gente, hijos míos!



VI


1.  Mira que nadie te seduzca de este camino de la Doctrina, cuando te enseñaren cosas sin miras a Dios.
2.  Porque, si puedes sobrellevar todo el yugo del Señor, perfecto serás; si, empero, no puedes: haz lo que puedas.


B.  AVISOS LITÚRGICOS



VII


1.  En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.
2.  Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en (agua) fría, (bautiza) en caliente.
3.  Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
4.  Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes.



VIII



1.  Vuestros ayunos, sin embargo, no sean con los hipócritas: los que ayunan el segundo y el quinto día después del sábado. Vosotros, en cambio, ayunad el cuarto día y el viernes.
2.  Tampoco habéis de rezar como los hipócritas, mas como el Señor mandó en su Evangelio, así habéis de rezar:

Nuestro Padre, en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu Reino,
hágase tu voluntad, como en el Cielo así también en la tierra. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy.
Y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros también perdonamos a nuestros deudores. Y no nos lleves a la tentación; mas líbranos del mal.
Porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.

3.  Tres veces debéis rezar de este modo cada día.



IX


1.  En cuanto a la Eucaristía, así habéis de realizarla:
2.  Primero sobre el Cáliz:
Te damos gracias, nuestro Padre,
por la sagrada vid de David, tu siervo,
la cual nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo; A Ti la gloria en los siglos.


3.  Y sobre la partición (del pan):
Te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y la ciencia
que nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo: A Ti la gloria en los siglos.
Como este pan fue repartido sobre los montes, y, recogido, se hizo uno, así sea recogida tu Iglesia desde los límites de la tierra en tu Reino
porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, en los siglos.

4.  Pero nadie coma ni beba de vuestra Eucaristía, sino (únicamente) los que están bautizados en el nombre del Señor. Porque también de esto el Señor ha dicho: "¡No deis lo santo a los perros !"



X



1.  Y después de hartaros, así dad gracias:
2.  Te damos gracias, Padre Santo,
por tu santo nombre, al cual hiciste habitar en nuestros corazones; y por la ciencia y fe e inmortalidad,
que nos enseñaste por Jesús, tu Hijo y Siervo: A Ti la gloria en los siglos.
3.  Tú, ¡oh Señor, Todopoderoso!,
lo creaste todo a causa de tu nombre;
diste comida y bebida a los hombres para su fruición, para que te diesen gracias.
A nosotros, empero, nos regalaste comida y bebida espiritual y la vida eterna, por tu Hijo y Siervo.
4.  Ante todo te damos gracias porque eres poderoso: A Ti gloria en los siglos.
5.  Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
para librarla de todo mal, y hacerla perfecta en tu amor;
aúnala desde los cuatro vientos a la santificada, en tu Reino que para ella preparaste: porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.
6.  Venga tu gracia, y pase este mundo.
¡Hosanna al Dios de David!
Si uno es santo, se acerque. Si no lo es, conviértase.
Marán-athá!
Amén.

A los profetas permitid hacer gracias cuantas quieran.


C.  ADVERTENCIAS GENERALES



XI


1.  Quien, pues, viniere a vosotros enseñándoos todo lo dicho anteriormente, a ése acogedle.
2.  Si, empero, el que enseña se pervirtió y enseñare otra doctrina para la disolución, no le escuchéis. Mas si enseña en la manera de aumentar la justicia y ciencia del Señor, ¡acogedle como al Señor!
3.  En cuanto a los apóstoles y profetas, proceded así conforme al Evangelio.
4.  Todo apóstol que llegue a vosotros, ha de ser recibido como el Señor.
5.  Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta; quedándose tres días, es un falso profeta.
6.  Al partir, el apóstol no aceptará nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiere dinero, es un falso profeta.
7.  Y a todo profeta que hable en espíritu, no le tentéis ni pongáis a prueba. Porque todo pecado se perdona; mas este pecado no será perdonado.
8.  Pero no cualquiera que habla en espíritu es profeta, sino sólo cuando tenga las costumbres del Señor. Pues, por las costumbres se conocerá al seudo profeta y al profeta.
9.  Y ningún profeta, disponiendo la mesa en espíritu, comerá de la misma; de lo contrario, es un falso profeta.
10.  Pero todo profeta que enseña la verdad, y no hace lo que enseña, es un profeta falso.
11.  Todo profeta, sin embargo, probado y auténtico, que celebra el misterio cósmico de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace, no ha de ser juzgado por vosotros. Su juicio corresponde a Dios. Porque otro tanto hicieron los antiguos profetas.
12.  Mas quien dijere en espíritu: Dame dinero, u otra cosa semejante, no lo escuchéis. Si, empero, os dice que deis para otros menesterosos, nadie lo juzgue.

XII



1.  Todo el que viniere en el nombre del Señor, sea acogido. Luego de haberlo probado, lo conoceréis; pues tenéis criterio para juzgar entre la diestra y la siniestra.
2.  Si el advenedizo viene tan sólo de paso, socorredle todo lo posible. El, por su parte, no quedará entre vosotros más que dos, o según su necesidad, tres días.
3.  Mas si quisiere radicarse entre vosotros, como artesano, trabaje y coma.
4.  Si no sabe oficio alguno, proveeréis según vuestra inteligencia, para que no viva entre vosotros un cristiano holgazán.
5.  Si a eso no quiere conformarse, es un traficante de Cristo. ¡Cuidado con ésos!



XIII



1.  Todo profeta verdadero que deseare radicarse entre vosotros, es digno de su comida.
2.  Asimismo, un doctor verdadero es, como obrero, digno de su comida. Todas las primicias del lagar y de los campos, del ganado y de las ovejas, las tomarás y darás a los profetas; porque ellos son vuestros príncipes sacerdotes.
3.  Mas, si no tuviereis profeta, ¡dad a los pobres!
4.  Cuando haces pan, tomarás la primicia y la darás conforme al mandato.
5.  Asimismo, cuando abres la tinaja de vino o del aceite, tomarás la primicia y la darás a los profetas.
6.  Del dinero y de las vestimentas y de todo cuanto poseas, tomarás la primicia, según te parezca, y la darás conforme al mandato.



XIV



1.  Los días del Señor reuníos para la partición del pan y la acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, para que sea puro vuestro sacrificio.
2.  Cualquiera, empero, que tuviere una contienda con su hermano, no os acompañe antes de reconciliarse, para que no sea mancillado vuestro sacrificio.
3.  Pues, éste es el dicho del Señor: "En todo lugar y tiempo me ofrecerán una ofrenda pura. Porque soy un gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones".



XV



1.  Elegíos, pues, obispos y diáconos dignos del Señor, varones mansos, indiferentes al dinero, veraces y probados. Porque también ellos administran para vosotros el oficio (liturgia) de los profetas y doctores.
2.  No los menospreciéis; porque ellos son venerables entre vosotros, junto con los profetas y doctores.
3.  Vosotros tratad de convenceros no con irá sino pacíficamente, así como lo tenéis (preceptuado) en el Evangelio. Y si alguno hubiere ofendido á otro, nadie le hable, nadie le escuche, hasta que se arrepintiere
4.  Vuestras oraciones, vuestras obras de caridad, y todas las obras haced de manera como lo tenéis (ordenado) en el Evangelio de nuestro Señor.


D.  EXHORTACIÓN FINAL. VIGILANCIA. LAS POSTRIMERÍAS



XVI

1.  ¡Velad por vuestra vida! Que vuestras linternas no estén extinguidas ni desceñidos vuestros lomos; mas estad alerta, porque no sabéis la hora en que el Señor va á venir.
2.  Reuníos con frecuencia, solícitos de lo que aprovecha a vuestras almas. Pues no os aprovechará todo el tiempo que vivisteis en la fe, si no estáis perfectos en el último tiempo.
3.  Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y se convertirán las ovejas en lobos, y el amor se convertirá en odio.
4.  Porque, mientras que la iniquidad se acrecentará, se odiarán unos a otros, se perseguirán y entregarán: y entonces aparecerá el impostor del mundo como hijo de Dios, y hará señales y prodigios. Y la tierra será entregada en sus manos. Y cometerá iniquidades como jamás se hizo en el decurso de los siglos.
5.  Entonces vendrá el Juicio de los hombres en el fuego de la prueba. Y muchos se escandalizarán y perecerán. Pero los que perseveraren en su fe, se salvarán de la misma condenación.
6.  Y luego aparecerán las señales de la verdad: primero la señal de la revelación en el cielo, después la señal de la voz de trompeta, y finalmente, la resurrección de los muertos.
7.  Pero no de todos, sino según fue dicho: "Vendrá el Señor, y todos los santos con El"

8.  Entonces el mundo verá al Señor, viniendo sobre las nubes del Cielo.
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Por: Padre Guevara. Con la tecnología de Blogger.

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