Tema 8
“QUE FUE
CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPIRITU
SANTO
1. EL VERBO SE HIZO CARNE
Jesús «nació del Espíritu Santo y de María Virgen».
Esta profesión de fe acentúa el nacimiento humano de Jesús, de
quien antes se ha confesado que es el Hijo único de Dios.
a) Por
nosotros
La humanización de Dios inauguró la divinización
del hombre. «Admirable comercio», dirá san León Magno, entre Dios y el hombre.
Él nos entregó su divinidad haciéndose hombre, para hacer a los hombres Dios.
La kénosis del Hijo de Dios le llevó a «acampar entre nosotros», siendo su
cuerpo como el «nuevo templo» (Jn 2,19-21) donde mora Dios para estar,
hablar y actuar salvíficamente entre los hombres
y para los hombres. Quienes le vieron encarnado, «vieron con
sus ojos, contemplaron, palparon con sus manos» la gloria que
antes « estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó a nosotros» cual
«gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y de verdad».
b) Epifanía
del amor de Dios
La encarnación de Cristo es la epifanía del
amor de Dios al hombre pecador. Siendo Él la vida «bajó del cielo
para dar vida al mundo» (Jn 6,33-63), para hacernos partícipes de la «vida
eterna» (Jn 3,16.36; 10,10), «pasándonos de la muerte a la vida» (Jn 5,24). Él
es Jesús: «Dios salva» (Mt 1,21). Por ello, pudo decir que «había venido a
llamar a los pecadores» y «a salvar lo que estaba perdido» (Mc 2,17; Lc 19,10).
En la plenitud de los tiempos, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer, bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la
ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva (Cf. Gál 4,4).
Dios quiso revestirse del hombre que había caído
para que «como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte,
alcanzando a todos los hombres... Así, y mucho más, la gracia de Dios se
desbordó sobre todos por un solo hombre: Jesucristo» (Rom 5,12.15ss). «Porque,
habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la
resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así
también todos revivirán en Cristo» (1Cor 15,21-22). En un bello texto, dirá San
Ambrosio:
“Pues Él se hizo Niño, para que tú pudieses hacerte adulto; estuvo entre
pañales, para que tú pudieses ser desligado de los lazos de la muerte; fue
puesto en un pesebre, a fin de que tú lo seas sobre el altar; estuvo en la
tierra, para poder tú estar en el cielo; El «se hizo pobre por causa nuestra,
siendo rico, para enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8,9). ¡Su pobreza es,
pues, mi patrimonio, la debilidad del Señor es mi fuerza! Prefirió para sí la
indigencia, para poder ser pródigo con todos. Los llantos, que acompañaron a
los gemidos de su infancia, me purifican”.
2. CONCEBIDO POR EL ESPIRITU SANTO
a)
Jesús: Hijo del Padre
En la concepción virginal de Jesús se excluye la
colaboración de varón: «Fue concebido por obra del Espíritu Santo».
Jesús es engendrado «por el Padre antes de todos
los siglos» y se hace hombre, siendo engendrado en María por la acción trascendente
del Espíritu de Dios. Como el primer Adán, «figura de aquel que había de venir»
(Rom 5,14), fue plasmado por Dios, sin tener por padre a un hombre, así «el
segundo Adán» (1Cor 15,47), que recapitulaba en sí a Adán, debía tener la
semejanza de la misma generación (S. Ireneo).
El encuentro entre Dios y el hombre, entre la
trascendencia y la historia humana, es real, pero se cumple en el Espíritu. La
acción de Dios no se descubre al margen de la experiencia de la fe, así mismo
la Escritura.
¿Quién puede explicarlo? ¿Qué inteligencia puede comprender y qué labios
expresar no ya cómo «en el principio era el Verbo», sino cómo «se hizo carne»,
escogiendo a una Virgen para hacerla su Madre y, haciéndola Madre, conservarla
Virgen? ¿Cómo es Hijo de Dios sin madre que lo conciba, e Hijo del Hombre sin
obra del hombre? ¿Cómo, viniendo a ella, confiere la fecundidad a una mujer y,
naciendo de ella, no le quita su integridad? ¿Quién podrá decirlo? Pero, ¿quién
puede callar? ¡Qué maravilla admirable! Ni podemos hablar, ni nos es dado
callar. ¡Pregonemos fuera lo que dentro no podemos comprender!.
Ambos nacimientos -el divino y el humano- son
maravillosos. Uno es de Padre sin madre, otro de Madre sin padre; aquel fuera
del tiempo, este en el tiempo conveniente; uno eterno, temporal el otro; el
primero incorpóreo en el seno del Padre, el segundo le da un cuerpo sin violar
la virginidad de su Madre;
b) Verdadero
hombre
Este segundo artículo del Credo confiesa
fundamentalmente la realidad humana y la condición histórica de Jesús. Jesús es
el Hijo de Dios que hizo suyo desde dentro nuestro nacer y nuestro morir. El
Hijo de Dios no fingió ser hombre, no es un «dios» que con ropaje humano se
pasea por la tierra. Como niño fue débil, lloró y rió. Dios se manifestó en un
hombre que tuvo hambre y sed, se fatigó y durmió; en un hombre que se admiraba
y enojaba, se entristecía y lloraba, padeció y murió. «En todo igual a nosotros
menos en el pecado»:
El Hijo de Dios se hizo hombre, se encarnó, entró
en la historia, «nacido de mujer» (Gál 4,4-5), «israelita según la carne» (Rom
9,5), tomó la condición de siervo: «Trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre»
(GS,n.22).
c) Dios y
hombre verdadero
No es de la carne ni de la sangre, ni del deseo de
varón, sino de Dios, del agua y del Espíritu, como nacen los hijos de Dios.
Se encarnó verdaderamente y no en apariencia. Pues si la encarnación fue
falsa, también lo sería la salvación humana... En Él existen ambos, el hombre
visible y el Dios invisible. Comió en cuanto hombre, y porque era Dios alimentó
a cinco mil hombres con cinco panes (Mt 14,15-21); como hombre durmió en la
nave (Mt 8,24), como Dios increpó al viento y al mar (Mt 8,26); como hombre fue
crucificado, y porque era Dios otorgó el paraíso al ladrón que le confesó (Lc
23,43); como hombre murió y su cuerpo fue sepultado, y porque era Dios resucitó
del sepulcro a quien yacía en él desde cuatro días (Jn 11,39-44). Se debe,
pues, creer que Cristo es Dios y Hombre, reconocido éste por sus pasiones y
manifestado aquél por sus obras divinas, las cuales atestiguan su comunión con
el Padre.+
Taller No 8
1. Investigar acerca del Espíritu Santo, como tercera persona de la
santísima Trinidad.
2.
A partir de esta investigación responda esta
pregunta: ¿Qué hace el Espíritu Santo en la vida del creyente y en la vida de
la Iglesia?
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