Escuela diocesana de Teología
Teología dogmática
Tema 12
A.- Introducción.
El purgatorio es un proceso de
plena maduración frente a Dios.
La muerte es el paso del hombre a
la eternidad, por ella se puede decir que acaba de nacer totalmente; si es para
bien su nuevo estado se llamará "cielo" y en él alcanzará la plenitud
humana y divina en el amor, en la amistad, en el encuentro y en la
participación de Dios.
El purgatorio significa la
posibilidad que por gracia de Dios se concede al hombre de madurar radicalmente
luego de morir. El purgatorio es ese proceso, doloroso como todos los procesos
de ascensión y educación, por medio del cual el hombre al morir actualiza todas
sus posibilidades y se purifica de todas las marcas con las que el pecado ha
ido estigmatizando su vida, sea mediante la historia del pecado y sus
consecuencias o sea por los mecanismos de los malos hábitos adquiridos a lo
largo de la vida.
Ciertamente muchos de nosotros
tenemos otras ideas más o menos absurdas acerca del purgatorio; son indignas de
la esperanza liberadora del cristianismo porque se ha presentado al purgatorio
no como una gracia concedida por Dios al hombre para que se purifique con
vistas a un futuro próximo a su lado, sino como un castigo o una venganza
divina que mantiene ante sí el pasado del hombre.
B.- Doctrina de la Sagrada Escritura.
Desde el punto de vista histórico,
la base bíblica del purgatorio ha sido un permanente punto de fricción entre
católicos y protestantes, es por eso que desde el inicio del protestantismo, allá
por el siglo XVI, los expositores católicos se han esforzado por presentar al
purgatorio dentro de una óptica de defensa de la fe.
De las actas de la llamada Disputa
de Leipzig, del año 1519, está tomada la proposición 37 de las tesis luteranas
condenadas por el Papa León X, que dice lo siguiente: "El purgatorio no
puede probarse por la Sagrada Escritura canónica" (Dz 777, Ds 1478). Esta
tesis de Lutero se fundamenta en su negación de la canonicidad de los dos
libros de los Macabeos, a los cuales considera apócrifos.
Al echar mano de los textos
bíblicos es conveniente hacerse una reflexión de carácter hermenéutico, ya que
en vano buscaremos un pasaje bíblico que hable formalmente del purgatorio. Los
textos "se deben leer y releer en el ambiente en que fueron escritos,
dentro de las coordenadas religiosas y de la fe que reflejan".
1.- Los textos. 1).- 2 Mac 12,40-46.
Uno de los pasajes clásicos en
torno al tema que tratamos es el de 2 Mac 12,40-46, que en su texto griego
original dice lo siguiente: "Y habiendo recogido dos mil dracmas por una
colecta, los envió (Judas Macabeo) a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por
el pecado, obrando muy bien y pensando noblemente de la resurrección, porque
esperaba que resucitaran los caídos, considerando que a los que habían muerto
piadosamente está reservada una magnífica recompensa; por eso oraba por los
difuntos, para que fueran liberados de su pecado".
El contexto de este pasaje bíblico
es el siguiente: Cerca del año 160 a. C., los seguidores de Judas Macabeo se
habían enfrentado al ejército invasor del pagano Gorgias, que intentaba
obligarlos a que renegaran de su fe, y algunos de ellos perdieron la vida en el
combate; pero cuando sus compañeros recogieron los cadáveres para sepultarlos
entre sus ropas encontraron amuletos y objetos de culto idolátrico cuya
posesión estaba severamente prohibida por la Ley. Así pues, Judas Macabeo se
dio cuenta que los soldados muertos por defender su religión merecían una
magnífica recompensa, pero al mismo tiempo se habían hecho acreedores a un
castigo por su pecado al haber violado la Ley. En estas condiciones fue que
decidió que era conveniente "ofrecer un sacrificio por el pecado" en
el Templo de Jerusalén, con la esperanza de que quienes habían muerto en
defensa de la patria y la religión lograrían el perdón de Dios por su pecado y
participarían en la resurrección.
Los elementos esenciales del
pensamiento de Judas Macabeo son a).- Que los difuntos no han muerto en estado
de condenación o enemistad con Dios; b).- Que sin embargo les falta todavía
algo para ser salvados; c).- Que todo se hace pensando en su resurrección, para
que en ella reciban la misma suerte que los demás judíos piadosos.
2).- 1 Cor 3,10-15.17
Mucho se ha discutido sobre el
valor probativo de la existencia del purgatorio contenido en los pasajes de la
Carta de Pablo a los Corintios en los que se dice que los obreros apostólicos
deben de seleccionar cuidadosamente los materiales que empleen en la
edificación de la Iglesia: "Conforme a la gracia de Dios que me fue dada,
yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada
cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto,
Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas,
madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará
el Día que ha de revelarse por el fuego. Aquél, cuya obra, construida sobre el
cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede arrasada,
sufrirá daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través
del fuego... Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él;
porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario".
El texto anterior, nos dice el
autor Ruiz de la Peña en su libro "La otra dimensión. Escatología
cristiana", parece clasificar a los predicadores del Evangelio en tres
categorías: 1.- Los que han usado buenos materiales y recibirán recompensa; 2.-
Los que en vez de edificar han destruido, serán destruidos ellos mismos; 3.-
Aquellos que habiendo edificado, no han sido suficientemente escrupulosos en la
elección de los materiales. A estas tres clases de apóstoles corresponderían
tres diferentes retribuciones: el premio de la vida eterna, el castigo de la
muerte eterna, y la corrección dolorosa (salvarse pasando a través del fuego)
que implicaría la doctrina del purgatorio.
En resumen, más que hacer hincapié
en éste o aquél texto cuestionable, sería preferible fijarse en ciertas ideas
generales que son clara y repetidamente enseñadas en la Biblia y que pueden
considerarse como el núcleo germinal de nuestro dogma, una de ellas es la
constante persuasión de que sólo una absoluta pureza es digna de ser admitida
en la visión de Dios.
El complicado ceremonial de culto
israelita tendía a impedir que compareciesen ante Yahweh los impuros, incluso
si su mancha consistía en meras impurezas legales; por eso el terror de ver a
Dios cara a cara (Ex 20,18ss), tan común entre el pueblo, procedía de una viva conciencia
de indignidad e impreparación. Así mismo, diversos pasajes del Nuevo Testamento
ratifican la exigencia de una total pureza para poder participar de la vida
eterna, por ejemplo "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios" (Mt 5,8); "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial" (Mt 5,48); "Nada profano entrará en ella (en la Nueva
Jerusalén)" (Ap 21,27).
Otra idea, quizá la más importante
y el verdadero fundamento teológico de la doctrina del purgatorio, es la responsabilidad
humana en el proceso de justificación, que implica la necesidad de una
participación personal en la reconciliación con Dios así como la aceptación de
las consecuencias penales que se derivan de los propios pecados. Como un
ejemplo de esto, en 2 Sam 12,13ss se recoge un caso típico de separación entre
culpa y pena, allí el perdón de Dios no exime a David de sufrir el castigo de
su pecado.
Estas ideas nos descubren la
posibilidad de que algún justo que haya muerto sin haber alcanzado el grado de
madurez espiritual requerida para vivir en comunión con Dios, la logre mediante
una complementaria purificación extraterrena, ya que la legitimidad de los
sufragios por los muertos está garantizada por un uso que se remonta al
judaísmo precristiano.
C.- La doctrina de los Concilios.
La doctrina católica sobre el
purgatorio adquirió su forma eclesiástica definitiva en dos concilios
medievales en los que intentó restablecer su unidad con la Iglesia de Oriente.
Los cristianos de oriente no habían tenido ningún punto de controversia con la
Iglesia latina sobres esta doctrina sino hasta el siglo XIII, cuando ocurrieron
estos concilios.
1.- Concilio de Lyon, año 1274.
La oposición de parte de los
teólogos orientales a la doctrina católica sobre el purgatorio se limitó
durante el concilio de Lyon a tres aspectos, que son los siguientes:
1.- El carácter local del
purgatorio, al cual los orientales entendían como un estado y no como un lugar.
2.- La existencia de fuego en el
purgatorio, que les recordaba la herejía origenista de un infierno temporal.
3.- Sobre todo la naturaleza
expiatoria, penal, de un estado que ellos consideraban purificatorio, en el
cual los difuntos madurarían gracias a los sufragios de la Iglesia y no por
soportar un castigo.
Este último elemento es el que nos
da la clave del desacuerdo doctrinario: se trata en última instancia de una
consecuencia de dos modos diferentes de concebir la redención subjetiva. Para
los orientales la justificación del hombre se entiende como un proceso de divinización
progresiva que lo va devolviendo a la imagen de Dios por un proceso paulatino
de purificación.
2.- El concilio de Florencia, año
1239.
La discrepancia con la Iglesia de
Oriente fue abiertamente afrontada durante el concilio de Florencia, en el que
se reconoció la parte de razón que correspondía a la crítica de los orientales,
y en consecuencia se omitieron del texto dos componentes que intervinieron en
el de Lyon: que el purgatorio es un lugar y que entre sus penas se encuentra la
de soportar el fuego. Pero el concilio de Florencia también formuló la
siguiente definición: "Además, si habiendo hecho penitencia
verdaderamente, murieron en la caridad de Dios antes de haber satisfecho con
frutos dignos de penitencia por los pecados de comisión y de omisión, sus
almas, después de la muerte, son purificadas con penas purgatorias; y para ser
librados de estas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a
saber, los sacrificios de la misa, las oraciones y las limosnas, y otros
oficios de piedad que suelen hacerse, según las instituciones de la
Iglesia" (Dz 693).
En suma, las tres notas que
integran el concepto dogmático del purgatorio son: 1.- La existencia de un
estado en el que los difuntos no enteramente limpios de culpa son
"puri-ficados"; 2.- El carácter penal de ese estado, y en este punto
la Iglesia no ha creído poder ceder a los requerimientos de los orientales, si
bien no llega a precisar en qué consisten concretamente esas penas; 3.- La
ayuda que los sufragios de los vivos prestan a los difuntos que se encuentran
en ese estado de purificación.
3.- El Concilio de Trento.
Junto con la Reforma, el siglo XVI
trajo otro período crítico para la doctrina del purgatorio. En 1519 Lutero
señaló que no se encontraba fundamento alguno para esta doctrina en las
Escrituras canónicas, pero continuó creyendo en su existencia basándose
principalmente en la tradición patrística, sin captar la incoherencia que esto
introducía en su sistema; sin embargo cuando poco después compareció ante la
Dieta de Augsburgo ya condicionaba su existencia, y por último sus conclusiones
en contra cristalizaron en el manifiesto "Widerruf von Fegfeuer"
(Retractación del Purgatorio) que escribió en 1530.
Por parte del concilio de Trento,
es significativo el hecho de que solamente haya aludido al purgatorio desde el
punto de vista doctrinal en uno de sus cánones del Decreto sobre la
Justificación; en él dice lo siguiente:
"Si alguno dijere que después
de recibida la gracia de la justificación, de tal manera se le perdona la culpa
y se borra el resto de la pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no
queda resto alguno de pena temporal que haya de pagarse en este mundo o en el
otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada del Reino de los
Cielos, sea anatema" (Secc. VI, canon 30).
Este canon no representa ninguna
novedad respecto a lo definido en Florencia, pero sitúa la controversia
interconfesional en el lugar que le corresponde, o sea en la temática del
proceso de remisión de los pecados y la santificación del hombre. Dice este
decreto lo siguiente:
"Puesto que la Iglesia
católica, ilustrada por el Espíritu Santo, apoyada en las Sagradas Letras y en
la antigua tradición de los Padres, ha enseñado en los sagrados concilios, y
últimamente en este ecuménico concilio, que existe el purgatorio y que las almas
allí detenidas son ayudadas por los sufragios de los fieles, particularmente
por el aceptable sacrificio del altar, manda el santo concilio a los obispos
que diligentemente se esfuercen para que la sana doctrina sobre el purgatorio,
enseñada por los santos Padres y por los santos concilios, sea creída,
mantenida, enseñada y en todas partes predicada por los fieles de Cristo".
4.- El concilio Vaticano II.
En la Constitución Dogmática Lumen
Gentium No. 49, el concilio Vaticano II describe la realidad eclesial en toda
su amplitud y coloca al purgatorio como uno de los tres estados eclesiales al
decir "Algunos de sus discípulos peregrinan en la tierra; otros, ya
difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados".
Más adelante, en el número 50, se
recuerda la práctica de la Iglesia de orar por los fieles difuntos —práctica
que se remonta hasta los tiempos primitivo— y con las palabras de 2 Mac 12,46
alaba este uso diciendo "porque santo y saludable es el pensamiento de
orar por los difuntos, para que queden libres de sus pecados".
Con lo que hasta aquí se ha dicho
se pone en claro el significado esencialmente cristiano de la doctrina del
purgatorio: Se trata de un proceso radicalmente necesario para la
transformación del hombre, gracias al cual se hace apto para recibir a Cristo,
apto para recibir a Dios, y en consecuencia apto para entrar en la comunión de
los santos.
Taller
Elabore una catequesis sobre el cielo ,el purgatorio y el infierno destinada a los estudiantes de la Escuela de teología que cursan el nivel de biblia.
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