Teología Dogmática

CREDO CATOLICO

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; Creo en Jesucristo, su único Hijo,Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato.

CREDO CATOLICO

Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.

CREDO CATOLICO

Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eter

miércoles, 26 de julio de 2017

Tema 17 - LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

Escuela diocesana de Teología
Teología dogmática

Tema 17
LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS




LA IGLESIA MISTERIO DE COMUNIÓN
El primer fruto de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia es la comunión de los santos, que confesamos en el Credo Apostólico. El Catecismo Romano dirá que «la comunión de los santos es una nueva explicación del concepto mismo de la Iglesia una, santa y católica. La unidad del Espíritu, que anima y gobierna, hace que cuanto posee la Iglesia sea poseído comúnmente por cuantos la integran. El fruto de los sacramentos, sobre todo el bautismo y la Eucaristía, produce de modo especialísimo esa comunión».
Podemos decir que «la comunión en las cosas santas crea la comunión de los santos», la Iglesia como «congregación de los santos»:
La Iglesia, en su ser, es misterio de comunión. Y su existencia está marcada por la comunión. En la vida de cada comunidad eclesial, la comunión es la clave de su autenticidad y de su fecundidad misionera. Desde sus orígenes, la comunidad cristiana primitiva se ha distinguido porque «los creyentes eran constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la koinonía, en la fracción del pan y en las oraciones» (He 2,42)4. En la DIDAJE o Doctrina de los doce Apóstoles leemos en relación a la Eucaristía:
La comunión de los creyentes «en un mismo espíritu, en la alegría de la fe y sencillez de corazón» (He 2,46), se vive en la comunión de la mesa de la Palabra, de la mesa de la Eucaristía y de la mesa del pan compartido con alegría, «teniendo todo en común» (He 2,44). Es la comunión del Evangelio y de todos los bienes recibidos de Dios en Jesucristo, hallados en la comunidad eclesial.
Frente a las divisiones de los hombres -judío y gentil, bárbaro y romano, amo y esclavo, hombre y mujer-, la fe en Cristo hace surgir un hombre nuevo (Rom 10,12; 1 Cor 12,13; Gál 3,28), que vence las barreras de separación, experimentando la comunión gratuita en Cristo, es decir, viviendo la comunión eclesial, fruto de compartir con los hermanos la filiación de Dios, la fe, la Palabra y la Eucaristía.
La comunión de bienes es fruto del amor de Dios experimentado en el perdón de los pecados, en el don de su Palabra, en la unidad en el cuerpo y sangre de Cristo y en el amor entrañable del Espíritu Santo. Si no se da este amor «dar todos los bienes» no sirve de nada (1 Cor 13,3).
Esta comunión de los santos, este amor y unidad de los hermanos, en su visibilidad, hace a la Iglesia «sacramento, signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG, n. 1).
Esta comunión de santos penetra todos los aspectos de la vida de la Iglesia. Esta comunión de los fieles, que participan del misterio de Dios en una misma fe y una misma liturgia, es una comunión jerárquica, que une a toda la asamblea en torno a los apóstoles, que trasmiten la fe y presiden la celebración, presbíteros y obispos en comunión con el Papa.
Es una comunión temporal y escatológica: se funda en la fe recibida de los apóstoles, que se vive ya en la celebración y vida presente, abierta a la consumación en el Reino, donde cesará el signo, pero quedando la realidad de la comunión en la unidad y amor de los salvados con Cristo, en el Espíritu, cuando «Dios será todo en todo».

2. COMUNION EN LAS COSAS SANTAS
La comunión en lo santo, es lo primero que confiesa la fe del Símbolo Apostólico: la participación de los creyentes en las cosas santas, especialmente en la Palabra y en la Eucaristía.
Yahvéh, Dios de la historia, ha entrado en comunión con su Pueblo a través de la Palabra y de la Ley, con las que se comunica para sellar «su alianza» con el Pueblo. La comunión con Dios, el Santo, no es, pues, obra del hombre. No son sus ritos, ofrendas, magia, cosas o lugares sagrados los que alcanzan la comunión con Dios. Es el mismo Dios quien ha decidido romper la distancia que le separa del hombre y entrar en comunión con él, «participando, en Jesucristo, de la carne y de la sangre del hombre» (Heb 2,14).
Esta comunión de Dios, en Cristo, con nuestra carne y sangre humanas nos ha abierto el acceso a la comunión con Dios por medio de la «carne y sangre» de Jesucristo, pudiendo llegar a «ser partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe 1,4). Pues «en la fidelidad de Dios hemos sido llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro» (1 Cor 1,9).
Esta koinonía con Cristo se expresa en la aceptación de su Palabra, en el seguimiento de su camino por la cruz hacia el Padre, incorporándonos a su muerte para participar de su resurrección y de su gloria. Toda la existencia cristiana es comunión de vida y de muerte, de camino y de esperanza con Cristo. La primera comunión en lo santo es, pues, «participación de la santidad de Dios», en Cristo Jesús.
La fe en Cristo nos lleva a la comunión con Cristo en la Iglesia. Cuando la fe languidece, Cristo se adormece y el cristiano, abandonado a sus fuerzas, corre el peligro de ser abatido por la tormentas de la vida, siendo arrastrado por la agitación de las tentaciones del mundo. Vivir la comunión con Cristo es no adormecerse ni dejarlo dormir.
La Iglesia se define, pues, por su culto litúrgico como participación en el banquete en torno al Resucitado que la congrega y la une en todo lugar.
Allí donde la comunidad se reúne y celebra a su Señor, los fieles, unidos entre sí, «comulgan con Cristo» y, al participar de vida y de su muerte, hacen pascua con Él hacia el Padre. Por ello los creyentes en Cristo, reunidos en asamblea, celebran siempre el memorial del misterio pascual de Cristo y, de este modo, lo actualizan, haciéndose partícipes de él, entrando en comunión con él. Así los cristianos viven el misterio de la comunión con Dios.
Esta koinonía con Dios es don y fruto del Espíritu Santo en la Iglesia.

3. COMUNION DE LOS SANTOS
La comunión en lo santo nos une a los creyentes en la comunión de los santos. La comunión en las cosas santas crea la comunión de los santos: las personas unidas y santificadas por el don santo de Dios. La Iglesia es, pues, la comunidad que vive la comunión de la mesa eucarística, la comunidad de fieles que experimenta la comunión entre ellos a raíz del banquete eucarístico.
En la comunión de los santos vivimos la comunión con Jesucristo (1 Cor 1,9), la comunión en el Espíritu Santo (Filp 2,1; 2 Cor 13,13), la comunión con el Padre y el Hijo (1 Jn 1,3.6), la comunión en el sufrimiento (Filp 3,10) y en el consuelo (2 Cor 1,5.7) y la comunión en la gloria futura (1 Pe 1,4; Heb 12,22-23). Esta comunión se manifiesta en la comunión de unos con otros (1 Jn 1,7).
El Don Santo de Dios -no tiene otro- es el Espíritu Santo. Con este Don nos colma de dones santos, pero todos para la edificación de la comunión entre los creyentes, para la edificación de la Iglesia. Todos los dones del Espíritu están destinados a crear la comunión eclesial en la comunidad de los creyentes (1 Cor 12-14).
El Espíritu Santo crea la comunión entre los cristianos, introduciéndolos en el misterio de la comunión del Padre y del Hijo, de la que Él es expresión. El Espíritu Santo es el misterio de la comunión divina y eterna del Padre y el Hijo. En esa comunión nos introduce el Espíritu Santo (1 Jn 1,3; Jn 10,30; 16,15; 17,11.21-23). Esta es la base y el fundamento de la comunión de los cristianos, de los santos.
Sólo porque Dios es comunión y, en Cristo, por el Espíritu Santo, entramos en comunión con El, podemos confesar nuestra fe en la comunión de los santos: «Si estamos en comunión con Dios... estamos en comunión unos con otros» (1 Jn 6-7). Sólo la comunión con Dios puede ofrecer un fundamento firme a la unión entre los cristianos. Los otros intentos de comunidad se quedan en intentos de comunión; en realidad dejan a cada miembro en soledad o lo reducen a parte anónima de la colectividad, a número o cosa. Comunión de amor en libertad personal es posible sólo en el Espíritu de Dios.
De esta comunión nacen los lazos del afecto entre los hermanos, «porque el amor de Dios ha sido derramado en sus corazones por el Espíritu Santo que han recibido» (Rom 5,5); por ello «no se cansan de hacer el bien, especialmente a los hermanos en la fe» (Gál 6,10), «siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor y unos mismos sentimientos, considerando a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás» (Filp 2,1ss)... Este es el amor que han recibido de Cristo y el que, en Cristo, viven sus discípulos día a día en su fragilidad: «En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros, para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos los santos» (1 Tes 3,12-13). Quien ha sido amado puede, a su vez, amar: «Amemos, porque El nos amó primero» (1 Jn 4,19)16.
La comunión con Dios, en el amor de Cristo, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, se explicita en la comunidad de los creyentes, que celebra su fe y viven en el amor mutuo su existencia. El amor a Dios se explicita en el amor fraterno (1 Jn 4,20-21). La fe en Dios lleva a creerse los unos a los otros. Esperar en Dios significa también esperar y confiar en los otros, a quienes Dios ama y posibilita la conversión al amor (1 Cor 13,4-7).

4. COMUNION CON LA IGLESIA CELESTE
La comunión de los santos supera las distancias de lugar y de tiempo. En la profesión de fe confesamos la comunión con los creyentes esparcidos por todo el orbe, la comunión de las Iglesias en comunión con el Papa. Pero confesamos también que la comunión de los santos supera los límites de la muerte y del tiempo, uniendo a quienes han recibido en todos los tiempos el Espíritu y su poder único y vivificante: une la Iglesia peregrina con la Iglesia triunfante en el Reino de los cielos.
Es en la liturgia donde vivimos plenamente la comunión con la Iglesia celeste, porque en ella, junto con todos los ángeles y santos, celebramos la alabanza de la gloria de Dios y nuestra salvación (SC, n. 104)
Por Jesús, el Salvador, en quien se cumplen las promesas del Padre, y mediante el Espíritu que actualiza e impulsa en la historia la salvación a su plenitud final, la Iglesia supera todas las distancias. Allí donde los cristianos celebran su salvación en Eucaristía exultante se hacen presentes todos los fieles del mundo, los vivos y «los que nos precedieron en la fe y se durmieron en la esperanza de la resurrección», los santos del cielo, que gozan del Señor: «María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos compartir la vida eterna y cantar las alabanzas del Señor», en «su Reino donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de su gloria», «junto con toda la creación libre ya del pecado y de la muerte». (Plegarias Eucarísticas).
La comunión de los santos la vivimos más allá de la muerte también con los hermanos que aún están purificándose, por quienes intercedemos ante el Padre. La comunión eclesial se prolonga más allá de la muerte, continuando la purificación de sus fieles, «en camino hacia el juez» (Mt 25,26), como defiende San Cipriano contra los rigoristas. La unión eclesial de cada cristiano no se interrumpe en el umbral de la muerte. Los miembros de un mismo Cuerpo siguen «sufriendo los unos por los otros y recibiendo los unos de los otros, preocupándose los unos de los otros» (1 Cor 12,25-26).
El límite de división no es la muerte, sino el estar con Cristo o contra Cristo (Filp 1,21). Los santos interceden por sus hermanos que viven aún en la tierra y los vivos interceden por sus hermanos que se purifican en el PurgatorioEl fundamento de nuestra comunión es Cristo, en la construcción de la Iglesia y en la vida de cada cristiano:
El purgatorio adquiere su sentido estrictamente cristiano, si se entiende que el mismo Señor Jesucristo es el fuego purificador, que cambia al hombre, haciéndolo «conforme» a su cuerpo glorificado (Rom 8,29; Filp 3,21). Él es la fuerza purificadora, que acrisola nuestro corazón cerrado, para que pueda insertarse en su Cuerpo resucitado. El corazón del hombre, al adentrarse en el fuego del Señor, sale de sí mismo, siendo purificado para que Cristo le presente al Padre.
El purgatorio es el proceso necesario de transformación del hombre para poder unirse totalmente a Cristo y entrar en la presencia o visión de Dios -«sólo los limpios de corazón gozan de la bienaventuranza de la visión de Dios» (Mt 5,8)-. El purgatorio es, pues, el triunfo de la gracia por encima de los límites de la muerte. Es la gracia, fuego devorador del amor de Dios, que quema «el heno, la madera y la paja» de las obras de nuestra débil fe. El encuentro con el Señor es precisamente esa transformación, el fuego que acrisola al hombre hasta hacerlo imagen suya en todo semejante a El, libre de toda escoria. Así Jesucristo puede presentar al Padre la «comunión de los santos», su Cuerpo glorioso, la «Iglesia resplandeciente sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada» (Ef 5,27; 2 Cor 11,2; Col 1,22), «engalanada con vestiduras de lino, que son las buenas acciones de los santos» (Ap 19,8;21, 2.9-11):
Participando todos de la misma salvación del único Salvador y del único Espíritu, que obra todo en todos, los fieles se transmiten mutuamente santidad y vida eterna. A través de la plegaria se establece, por tanto, un misterioso intercambio de vida entre todos.
Vivir la comunión de los santos es vivir la existencia como don de Dios, el amor como fruto del Espíritu Santo en el cuerpo eclesial de Cristo. Es, pues, salir del círculo cerrado del egoísmo, que traza el miedo a la muerte, y vivir con los demás y para los demás. Vivir es convivir, recibiendo vida de los otros y dando la vida por los demás. Se gana la vida dándola y se pierde guardándola para uno mismo (Mc 8,35).

Taller 17

1.   Investigue que es la DIDACHE (Didajé) y leer su contenido.
2.   Investigue acerca del credo de san Atanasio y reflexionar su contenido.
3.   Realice una apreciación personal a cerca de la importancia del tema de la Iglesia para el cristiano de hoy.


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miércoles, 19 de julio de 2017

IGLESIA: UNA, SANTA, CATÓLICA, APOSTÓLICA



IGLESIA: UNA, SANTA,
CATÓLICA, APOSTÓLICA






1.      En el Credo largo rezamos:  “Creo en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica”.  ¿Qué queremos decir cuando rezamos que la Iglesia es Una?

  Al decir que la Iglesia es Una, estamos diciendo que creemos que la Iglesia Católica fue fundada sobre la Roca, Pedro (cf. Mt 16, 18), y que está unida bajo el sucesor de Pedro, que es el Papa.

Queremos decir, por tanto, que Cristo fundó una sola Iglesia.  Y que esa Iglesia que El fundó subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro.  (CIC-C #162).

No estamos diciendo que las demás iglesias no tienen relación con Cristo, pero creemos que Cristo quiere que todos sus seguidores estén unidos en El, tal como El oró al Padre antes de su Pasión:  Que todos sean uno (Jn 17, 21).


2.      ¿Por qué la Iglesia es Una?

La Iglesia es Una porque tiene como origen y modelo la unidad de un solo Dios en la Trinidad de las Personas; como fundador y cabeza a Jesucristo, que restablece la unidad de todos los pueblos en un solo Cuerpo; como alma al Espíritu Santo que une a todos los fieles en la comunión en Cristo. La Iglesia tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad. (CIC-C 161)

La Iglesia no puede ser sino Una, porque así como hay un solo Cristo, no pueden haber varios cuerpos de Cristo,sino un solo Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.  También la Esposa de Cristo no puede ser sino una sola:  su Iglesia.

3.      ¿Y los demás Cristianos no-Católicos no son nuestros hermanos?

Ha habido momentos de separación de la única Iglesia de Jesucristo, por fallas humanas de parte y parte.

En las Iglesias y comunidades eclesiales que se separaron de la plena comunión con la Iglesia Católica, se hallan muchos elementos de santificación y verdad. Todos estos bienes proceden de Cristo e impulsan hacia la unidad católica. Los miembros de estas Iglesias y comunidades se incorporan a Cristo en el Bautismo, por ello los reconocemos como hermanos.  (CIC-C #163)

4.      ¿Cuál es la Iglesia que Cristo dejó fundada?

Todas esas iglesias y comunidades que se separaron de la Iglesia Católica han sido iniciadas por hombres.

La única Iglesia fundada por Dios mismo es la Iglesia Católica, que fue la que Jesucristo dejó fundada bajo la autoridad de San Pedro y que ha continuado a lo largo de 2000 años con todos los Papas que son sucesores de San Pedro.




Única Iglesia fundada por Cristo

5.      ¿Por qué decimos que la Iglesia es Santa?

La Iglesia es Santa, no porque todos sus miembros somos santos, sino porque Dios es Santo, y está actuando en ella continuamente, y porque  su fundador, Jesucristo, es Santo.

Por otro lado, todos los miembros de la Iglesia hemos sido hechos santos en nuestro Bautismo.  Y todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad, a ser santos.  Para eso contamos con todos los medios de salvación y santificación que tenemos en la Iglesia Católica.

Somos pecadores, pero podemos ser santos, porque tenemos todas las ayudas necesarias para serlo dentro de la Iglesia que Cristo dejó fundada.

La Iglesia es Santa porque Dios santísimo es su autor; Cristo se ha entregado a sí mismo por ella, para santificarla y hacerla santificante; y el Espíritu Santo actúa en ella de manera constante.


Cristo cuida su Iglesia

La santidad es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables santos, como modelos e intercesores (CIC-C #165)

6.      ¿Por qué se llama Católica la Iglesia que Cristo fundó?

      Católica viene del griego que significa “todo”.  También significa “universal”.

      La Iglesia es Católica, porque Cristo la llamó a profesar toda la Fe, a preservar y a administrar todos los Sacramentos, a proclamar la Buena Nueva a todos y la envió a todas las naciones.

Desde el primer siglo del Cristianismo era importante destacar que la Iglesia era Católica, es decir, universal, pues la Iglesia de Cristo no era solamente para los judíos, sino también para los gentiles o no-judíos, los que estaban cerca y los que estaban lejos de Jerusalén, en seguimiento a la orden de Cristo de llevar su mensaje a todos los rincones de la tierra (Mt. 28, 19).

7.      ¿Por qué también se dice que la Iglesia es apostólica?

Apostólica se refiere –por supuesto- a los Apóstoles.

La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida «sobre el fundamento de los Apóstoles» (Ef 2, 20); por su enseñanza, que es la misma de los Apóstoles; por su estructura, porque es instruida, santificada y gobernada, hasta la vuelta de Cristo, por los sucesores de los Apóstoles, que son los Obispos, los cuales están en comunión con el Papa, que es el sucesor de Pedro. (CIC-C #174)


Cristo funda su Iglesia sobre los Apóstoles

8.      ¿A qué se llama Sucesión Apostólica?

Es la cadena in-interrumpida de Obispos que vienen desde los mismos Apóstoles.  Cuando Jesús confirió su autoridad a los Apóstoles, éstos  fueron pasando esa autoridad de Obispo a Obispo hasta la actualidad.

Así que cada Obispo que ha sido ordenado Obispo puede trazar su línea hacia atrás hasta alguno de los Apóstoles.  Lo mismo todo Sacerdote que ha sido ordenado sabe que el Obispo que lo ordenó puede trazar su línea originaria hasta alguno de los 12 Apóstoles.  Impresionante ¿no?

Además de la Iglesia Católica, la única que tiene Sucesión Apostólica es la Iglesia Ortodoxa.

9.      ¿Quién pertenece a la Iglesia Católica?

Todo bautizado que esté en unión con el Papa y con los Obispos, que participa de los Sacramentos de la Iglesia está formando parte de la Iglesia Católica.

Dios quiso una sola Iglesia para todos, pero los Cristianos no hemos sido fieles a ese deseo de Cristo.  Sin embargo, a pesar de la desunión, estamos unidos por la Fe común en Jesucristo y por el Bautismo.

10.    Si la verdadera Iglesia, la fundada por Jesucristo, es la Iglesia Católica, ¿son realmente “iglesias” las otras comunidades eclesiales?

Muchas comunidades cristianas se autodenominan iglesias.  La Iglesia Católica entiende que sólo aquellos grupos religiosos en los cuales han sido preservados todos los Sacramentos que Jesús dejó instituidos, siguen siendo Iglesia.

¿Cuáles son estos grupos?  Solamente la Iglesia Ortodoxa –aunque no está adherida al Papa- y las Iglesias Orientales Católicas que sí están adheridas al Papa.

Lamentablemente, en las comunidades eclesiales que surgieron de la Reforma Protestante, no se preservaron los Sacramentos.  A las primeras que se separaron de la Iglesia Católica en el siglo XVI (Luterana, Calvinista, Anglicana o Episcopaliana) se le suelen llamar también iglesias históricas, no así a las que se han ido desprendiendo de éstas, como las Evangélicas, por ejemplo.

11.    Si creemos que Cristo quiere que todos sus seguidores estén unidos en El, tal como El oró al Padre antes de su Pasión:  Que todos sean uno (Jn 17, 21),  ¿qué se está haciendo para que todos los Cristianos seamos uno?

Es lo que se llama ecumenismo.  La Iglesia Católica, especialmente a partir del Concilio Vaticano II (década de 1960), ha iniciado un diálogo que ha ido dando ciertos frutos para la unión de todos los Cristianos –hasta tiene un Dicasterio (oficina vaticana) dedicada a la unión de los Cristianos.

Sin embargo, hay que alertar sobre lo que no es ecumenismo:  no significa ignorar o diluir verdades fundamentales, lo que llevaría a un acercamiento conciliatorio falso que daña la pureza de la Verdad.  Dicho de manera positiva, el verdadero ecumenismo es aquél que trata de vencer los obstáculos que se anteponen en el camino de la verdadera unidad cristiana.

Un ejemplo de lo que es verdadero ecumenismo es el Documento firmado entre la Iglesia Católica y la Luterana en 1999, el cual muestra clarificaciones y acuerdos muy importantes entre ambas.   (Ver un extracto de este Documento en apéndice al final)

12.    ¿Cuál es la relación de la Iglesia con los Judíos?

Los Judíos son los hermanos mayores de los Cristianos, porque Dios los amó a ellos y les habló primero a ellos.

Jesucristo como hombre es Judío, y este hecho nos une con ellos.  La Iglesia lo reconoce como el Hijo de Dios Vivo, y este hecho nos separa.  Sin embargo, en la espera de la venida final del Mesías somos uno.

La fe Judía es la raíz de nuestra fe Cristiana.  La Sagrada Escritura de los Judíos, el Antiguo Testamento, es parte de nuestra Sagrada Escritura.  El concepto judeo-cristiano del hombre y la moral nos viene de los 10 Mandamientos, que compartimos con los judíos.

A diferencia de las otras religiones no cristianas, la fe judía es ya una respuesta a la Revelación de Dios en la Antigua Alianza. (CIC-C #169)   Es decir, la religión Judía viene de Dios que se revela y que busca al hombre.  No así otras religiones que son iniciadas por hombres.

13.    ¿Cómo ve la Iglesia las demás religiones?

La Iglesia respeta todo lo que hay de bueno y de verdad en otras religiones.  Además, la Iglesia promueve y defiende la libertad religiosa como uno de los derechos humanos.  Pero también sabe y enseña que Jesucristo es el único Salvador y Redentor de toda la humanidad.

La más cercana de las religiones no cristianas, por supuesto, es la religión judía, la cual se originó como revelación divina.

Además, de la cristiana y la judía, la única otra religión monoteísta es el Islam.  Es de hacer notar, sin embargo, que el Islam venera a un único dios, pero el dios del Islam no es el Dios del Cristianismo.

Los islámicos consideran a Jesús como un gran profeta, pero creen que Mahoma está por encima de Jesús (¡!), pues no consideran a Jesús como Hijo de Dios.  Le tienen gran respeto y admiración a la Madre de Jesús, pero, por supuesto, para ellos no es la Madre de Dios.

Las religiones politeístas están menos cerca de la Iglesia Católica que las monoteístas.

14.    ¿Puede alguien salvarse fuera de la Iglesia que Cristo fundó?

La Iglesia enseña que la persona que, sin culpa alguna de su parte, no conoce a Cristo y su Iglesia, pero que sinceramente busca a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerza por seguir su Voluntad, conocida por la voz de su conciencia, puede obtener la salvación eterna.  (cf. CIC-C #171)

“De todos modos, se encuentran en una situación deficitaria si se compara con la de los que en la Iglesia tienen la plenitud de los medios salvíficos” (JP II, 28-1-2000).

Sabemos que Cristo dejó bien especificada la necesidad de la fe y el bautismo para la salvación: “El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará” (Mr. 16, 16). Además, instituyó su Iglesia como instrumento de salvación, en la que entramos a formar parte desde el momento de nuestro Bautismo.

De allí que no podrían salvarse aquéllos que, sabiendo que Cristo (Dios) fundó su Iglesia como necesaria para la salvación, sin embargo no hubieran querido entrar a ella o hubieran escogido separarse de la misma. (cf. CIC #846)

Aclaremos un poco más: para todos aquéllos que rechazan la doctrina de Cristo, que evaden la pertenencia a la Iglesia, o que se separan formalmente o informalmente de ella, que es el instrumento de salvación que Dios mismo nos ha dejado, y esto lo hacen con pleno conocimiento y con pleno consentimiento, ponen en grave peligro su salvación eterna.

15.    ¿Cuáles son las religiones que existen en la actualidad y cómo se originaron?

Cuadro de religiones

Como evidencia este gráfico y la experiencia o conocimiento que podamos tener sobre otras religiones, muchas de éstas creen y enseñan cuestiones contradictorias.  Así que no todas enseñan verdades y ninguna tiene la plenitud de la Verdad que está en la Iglesia que Cristo dejó fundada, a la que aseguró que estaría con ella hasta el fin del mundo, precisamente para protegerla del error contra la Verdad.

Hay buenas personas en todos los grupos religiosos que buscan sinceramente a Dios.  Dios les premiará esa bondad y esa búsqueda de El.  Pero su bondad y sinceridad no pueden cambiar lo que no está objetivamente enraizado en la Verdad.

16.    Pero … se oye decir cosas como éstas:  ésta es mi verdad – yo respeto tu verdad – tú tienes tu verdad y yo la mía.  ¿Serán correctas esas afirmaciones?  ¿Son posibles varias verdades a la vez?

  …….

Veamos primero: ¿qué es la Verdad?  ¿puede haber dos verdades contradictorias:  la tuya, la mía, la de ellos, la de Dios ...?

Si nos fijamos bien, realmente no.  Lo que sucede es que, nuestra época está influenciada por el relativismo, que fue condenado fuertemente por Benedicto XVI.  El relativismo nos lleva a que cada uno pretenda diseñarse su verdad.  Si unes a esto la defensa a ultranza de una libertad mal entendida, hablar de “verdades diferentes” en realidad es una forma coloquial de expresar la aceptación de “creencias” diversas -mas no “verdades”- de otros. 

Esa actitud de tolerancia es buena, conveniente y necesaria para la convivencia.    Pero, realmente, la “verdadera” Verdad no puede aceptar una supuesta verdad opuesta, pues esta última NO puede ser verdad. 

Vayamos al diccionario:  Verdad es juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.  

Entonces ... tolerancia de creencias:  OK. Aceptación de “verdades” que son errores o falsedades:  NO.  Negociación de varias “verdades” contrarias para llegar a un acuerdo de “verdad”:  IMPOSIBLE.  

Así que, aunque podamos parecer intolerantes:  la Verdad es una sola.  Las “creencias” sí pueden ser muy variadas y hasta opuestas.  Y Dios nos dio la libertad para creer lo que querramos  creer, pero también nos dio el secreto para ser realmente libres:  “Ustedes serán mis verdaderos discípulos si guardan siempre mi Palabra; entonces conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres” (Jn. 8, 31-32).

17.    ¿Cómo está estructurada la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica

  1º.  El Jefe Supremo es el Papa.  El es el representante de Cristo en la Tierra.  La Cabeza de la Iglesia es Cristo (como vimos en la Doctrina del Cuerpo Místico), pero el Papa es la Cabeza visible de la Iglesia.

2º.  Territorialmente, la Iglesia Católica se organiza en Diócesis, no se organiza por países.  Cada Diócesis es regida por un Obispo.

Algunas Diócesis son llamadas Arquidiócesis y su Obispo se llama Arzobispo.  El rango de Arquidiócesis puede deberse a varias razones, siendo la más común el hecho de ser territorio de una importante región urbana de un país.

Ningún Obispo, aunque haya sido nombrado Cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada Obispo depende directamente del Papa.

3º.  Los Cardenales son Obispos o Arzobispos que ayudan al Papa en la acción pastoral de la Iglesia universal y en la administración del Vaticano y la Curia Romana.  Cuando el Papa muere, eligen al sucesor de entre los Cardenales.

4º.  Las Conferencias Episcopales:  Los Obispos de un mismo país – y/o de un mismo continente suelen organizarse en lo que se llama una Conferencia Episcopal, para poder ejercer unidos funciones pastorales comunes para todos los habitantes de un país o de una región.  Los cargos dentro de las Conferencias Episcopales se los distribuyen los Obispos entre sí.

5º.  Los Sacerdotes o Presbíteros dependen directamente de cada Obispo en la Diócesis a la cual pertenecen, y ayudan a los Obispos en pastorear al pueblo de Dios, con la evangelización y la predicación de la Palabra de Dios, la administración de los Sacramentos y la celebración de la Santa Misa en cada Parroquia.  También pueden organizar obras de caridad de diversa índole.

6º.  Los Diáconos ayudan a los Sacerdotes en algunas funciones como la predicación, y pueden administrar los Sacramentos del Bautismo y el Matrimonio.

Nota:  El Papa, los Obispos, Sacerdotes y Diáconos constituyen lo que se llama la “Jerarquía Eclesiástica”.

7º.  Congregaciones y Ordenes Religiosas: Son grupos de personas establecidas conforme a los tres votos básicos de pobreza, castidad y obediencia.   Las Congregaciones y Ordenes Religiosas no pertenecen a la organización jerárquica de la Iglesia.  Unas dependen directamente del Papa y otras dependen de algún Obispo.  Se dedican a muchísimas actividades dentro de la Iglesia: enseñanza, salud, oración, pastoral, jóvenes, etc.

8º.  Los Laicos: es todo el resto del pueblo de Dios perteneciente a la Iglesia Católica y es parte muy importante de ella.  Todos somos Iglesia.  Los laicos forman parte de la Iglesia y también tienen deberes y responsabilidades dentro de la misma.

18.    ¿Por qué la Iglesia no es una organización democrática?

Primero tenemos que revisar el concepto de Democracia.  La Democracia se basa en el principio de que el poder viene de la gente.

Pero en la Iglesia sabemos que el poder viene de Cristo.  Por eso la Iglesia tiene una estructura jerárquica, que Jesús dejó instituida con la misión de apacentar al Pueblo de Dios en su nombre y para ello le dio autoridad. (CIC-C #179)

19.     ¿Cuál es la responsabilidad del Papa?

Como sucesor de San Pedro y cabeza del Colegio de Obispos, el Papa es el fundamento y garantía de la unidad de la Iglesia.

Jesús le dio a San Pedro la singular posición de pre-eminencia entre los Apóstoles.  Esto lo constituyó en la suprema autoridad en la Iglesia en sus comienzos.

Por eso el Papa, que es su sucesor, tiene -como él- la autoridad pastoral suprema y es la autoridad final en materia doctrina y moral, y en decisiones disciplinarias.

20.    ¿Podrían los Obispos actuar y/o enseñar en desacuerdo con el Papa o viceversa, el Papa en desacuerdo con los Obispos?

Los Obispos no pueden enseñar con contradicción con el Papa, solamente en unión con el Papa.  Pero, aunque no es usual, el Papa sí podría tomar decisiones en algún caso aún sin la aprobación de los Obispos.

21.    ¿El Papa es realmente infalible?  ¿De veras no se equivoca?

El Papa es infalible cuando habla infaliblemente, pero sí puede equivocarse en cuestiones humanas y cuando no está hablando ex cathedra.

Es infalible sólo cuando aclara que habla infaliblemente.  Esto es cuando define un Dogma en un acto eclesiástico solemne (“ex-cathedra”).  Sucede esto cuando anuncia una decisión usando su plena autoridad en materia de fe y moral.  El último Dogma declarado fue el de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo en 1950.

También hay algunas decisiones infalibles del Magisterio de la Iglesia por parte del Colegio de Obispos en comunión con el Papa, como sucedió con dos documentos del Concilio Vaticano II (Dei Verbum o Constitución Dogmática sobre la Sagrada Escritura y Lumen Gentium o Constitución Dogmática de la Iglesia).

22.    ¿Cuál es la misión de la Iglesia?

La Iglesia debe anunciar el Evangelio a todo el mundo porque Cristo ha ordenado: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19).  (CIC-C #172)

La misión de la Iglesia es claramente misionera porque, guiada por el Espíritu Santo, continúa a lo largo de los siglos la misión del mismo Cristo. Por tanto, los cristianos deben anunciar a todos la Buena Noticia traída por Jesucristo, siguiendo su camino y dispuestos incluso al sacrificio de sí mismos hasta el martirio. (CIC-C #173)           

23.    ¿Cómo colaboran los Laicos en la misión de la Iglesia?

La principal responsabilidad de los laicos es ser miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo que es su Iglesia, es decir, tienen la obligación ineludible de vivir en Gracia, de ser portadores de Cristo con su vida, de manera de que la savia que fluye en ese Cuerpo no sea interrumpida por ser ellos miembros muertos que no viven en Gracia. 

Además, los fieles laicos tienen como vocación propia la de buscar el Reino de Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según Dios. Responden así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se dirige a todos los bautizados.  (CIC-C #188).  Esa es la primera labor de los laicos:  llevar el mensaje de Cristo a sus ambientes (familiar, escolar, universitario, recreativo, laboral, etc.).


Los laicos también pueden utilizar parte de su tiempo para colaborar con la Jerarquía en difundir el mensaje de Cristo, participando en la Catequesis, la enseñanza, la evangelización o algunas otras labores a las que se dedique la Iglesia.
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miércoles, 12 de julio de 2017

TEMA 15 Creo en la santa Iglesia católica


Escuela diocesana de Teología
Teología dogmática


Tema 15

Creo en la santa Iglesia católica



La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza

761 La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye la comunión de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos: "En cualquier nación el que le teme [a Dios] y practica la justicia le es grato" (Hch 10, 35; cf LG 9; 13; 16).

762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cfEx 19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (LG9).


La Iglesia, instituida por Cristo Jesús

763 Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo de su "misión" (cf. LG 3; AG 3). "El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras" (LG 5). Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3).

764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibíd.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf.Mt 5-6).

765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc 6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.

766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3) ."Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam, 2, 85-89).

La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo

767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (LG4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt28, 19-20; AG 2,5-6).

768 Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos" (LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

La Iglesia, consumada en la gloria

769 La Iglesia "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo" (LG 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, De civitate Dei 18, 51; cf. LG 8). Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor (cf. 2Co 5, 6; LG 6), y aspira al advenimiento pleno del Reino, "y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria" (LG 5). La consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente entonces, "todos los justos descendientes de Adán, `desde Abel el justo hasta el último de los elegidos' se reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (LG 2).


770 La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la transciende. Solamente "con los ojos de la fe" (Catecismo Romano, 1,10, 20) se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad espiritual, portadora de vida divina.

La Iglesia, a la vez visible y espiritual

771 "Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos la verdad y la gracia". La Iglesia es a la vez:
— «sociedad [...] dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo; 
— el grupo visible y la comunidad espiritual;
— la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo».

Estas dimensiones juntas constituyen "una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano" (LG 8):

Es propio de la Iglesia «ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos» (SC 2).

«¡Qué humildad y qué sublimidad! Es la tienda de Cadar y el santuario de Dios; una tienda terrena y un palacio celestial; una casa modestísima y una aula regia; un cuerpo mortal y un templo luminoso; la despreciada por los soberbios y la esposa de Cristo. Tiene la tez morena pero es hermosa, hijas de Jerusalén. El trabajo y el dolor del prolongado exilio la han deslucido, pero también la hermosa su forma celestial» (San Bernardo de Claraval, In Canticum sermo 27, 7, 14).

La Iglesia, misterio de la unión de los hombres con Dios

772 En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad de designio de Dios: "recapitular todo en Cristo" (Ef 1, 10). San Pablo llama "gran misterio" (Ef5, 32) al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su esposo (cf. Ef 5, 25-27), por eso se convierte a su vez en misterio (cf. Ef 3, 9-11). Contemplando en ella el misterio, san Pablo escribe: el misterio "es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria" (Col 1, 27).

773 En la Iglesia esta comunión de los hombres con Dios por "la caridad que no pasará jamás"(1 Co 13, 8) es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este mundo que pasa (cf. LG 48). «Su estructura está totalmente ordenada a la santidad de los miembros de Cristo. Y la santidad se aprecia en función del "gran misterio" en el que la Esposa responde con el don del amor al don del Esposo» (MD 27). María nos precede a todos en la santidad que es el misterio de la Iglesia como la "Esposa sin mancha ni arruga" (Ef 5, 27). Por eso la dimensión mariana de la Iglesia precede a su dimensión petrina" (ibíd.).

La Iglesia, sacramento universal de la salvación

774 La palabra griega mysterion ha sido traducida en latín por dos términos: mysterium ysacramentum. En la interpretación posterior, el término sacramentum expresa mejor el signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término mysterium. En este sentido, Cristo es Él mismo el Misterio de la salvación: Non est enim aliud Dei mysterium, nisi Christus ("No hay otro misterio de Dios fuera de Cristo"; san Agustín, Epistula 187, 11, 34). La obra salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene, por tanto, y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es llamada "sacramento".

775 "La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano "(LG 1): Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.

776 Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo "como instrumento de redención universal" (LG 9), "sacramento universal de salvación" (LG 48), por medio del cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45, 1). Ella "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, Discurso a los Padres del Sacro Colegio Cardenalicio, 22 junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (AG 7; cf. LG 17).

Resumen

777 La palabra "Iglesia" significa "convocación". Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo.

778 La Iglesia es a la vez camino y término del designio de Dios: prefigurada en la creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su Cruz redentora y su Resurrección, se manifiesta como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedará consumada en la gloria del cielo como asamblea de todos los redimidos de la tierra (cf. Ap 14,4).

779 La Iglesia es a la vez visible y espiritual, sociedad jerárquica y Cuerpo Místico de Cristo. Es una, formada por un doble elemento humano y divino. Ahí está su Misterio que sólo la fe puede aceptar.

780 La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres.

LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO, TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO



781 "En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar en Cristo [...], es decir, el Nuevo Testamento en su sangre, convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu" (LG 9).

Las características del Pueblo de Dios

782 El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:
— Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9).

— Se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.
— Este pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".
— "La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo" (LG 9).

— "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo mismo nos amó (cf. Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).

— Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano" (LG 9.
— "Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección" (LG 9).

Un pueblo sacerdotal, profético y real

783 Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas (cf .RH18-21).

784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo» (LG 10).

785 "El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (LG 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.


Taller No 14

1.      Leer de la Lumen Gentium los numerales 9 al 17
2.      Elaborar una catequesis basada en estos numerales dirigida a hermanos de la evangelización, acerca de qué es la Iglesia como Pueblo de Dios.


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